Tener días malos no te hace débil, te hace real

Hay mañanas en las que levantarse cuesta más que mover una montaña. Días en los que todo pesa: el cuerpo, la mente, incluso lo que normalmente te hace bien. Y lo primero que piensas es: “No debería sentirme así”. Pero… ¿por qué no?

Vivimos en una cultura que idolatra la energía constante, la sonrisa fácil y los mensajes tipo “tú puedes con todo”. Como si tener un mal día fuera un defecto de carácter, una muestra de debilidad o falta de gratitud.

Pero la verdad es esta: tener días malos es normal. Sentirse triste, confundida, irritable o desganada es parte de estar viva. No hay emociones “malas”; hay emociones que duelen. Y eso también tiene un lugar legítimo en tu historia.

No eres menos fuerte por sentirte vulnerable. No eres menos capaz por necesitar descanso. No eres menos espiritual, ni menos agradecida, ni menos nada.

A veces llorar es tu manera de soltar. A veces el cansancio no es físico, es existencial. A veces necesitas parar. No porque no estés avanzando, sino porque tu cuerpo y tu alma te están pidiendo que respires.

El bienestar emocional no es una línea recta. Es un equilibrio que se logra permitiéndote sentir lo que toque en cada momento. No necesitas estar feliz todo el tiempo para estar bien. Lo que necesitas es ser sincera contigo misma.

Así que si hoy no puedes con todo, quédate con esto: no estás fallando, estás sintiendo. Y sentir, en este mundo que lo anestesia todo, ya es un acto de valentía.

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María Pastor

Psicóloga colegiada M-22076, experta en psicoterapia de familia y de pareja, con larga experiencia tratando niños y adolescentes.

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